domingo, 27 de febrero de 2011

STRAUB & HUILLET (II). POST ESCRIPTUM

"Dos semanas después de publicar en CANARIAS 7 un artículo con ocasión del ciclo dedicado por el colectivo Vértigo a Jean-Marie Straub y Danielle Huillet, me tropiezo con estas palabras de Susan Sontag, ella una vez más, en un estupendo ensayo sobre Richard Wagner: “se cree con firmeza que ni el creador ni el público necesitan recabar información alguna (el conocimiento, sobre todo el histórico, se estima que tiene un efecto funesto en la creatividad y la sensibilidad: el lugar común más tenaz y postrero del romanticismo).” El comentario, que la autora hace extensivo a los hábitos culturales de nuestro tiempo, alude aquí al uso libre de una tradición, las sagas germánicas, que Wagner “re-escribe” para una nueva sensibilidad que no necesitaba el juego de la erudición comparativa. Ni al compositor se le exige fidelidad ni al espectador/oyente de la ópera se le supone una cultura previa sobre tal asunto. Lo interesante del ejemplo es comprobar, entonces, cómo había variado el paradigma cultural con respecto a la necesidad o no de un bagaje distintivo y distinguido.
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Todo esto parece alejarse del problema central (el cine de los Straub-Huillet), pero se dirige a definir las razones de un divorcio entre creación y público que afecta profundamente al criterio modernista del malestar ante la obra. Durante la exhibición de Fortini/Cani el pasado 7 de febrero, la idea planteada en la presentación acerca de la necesidad de un “manual de instrucciones” para el visionado, abrió llagas de escándalo entre una parte del público. Hay varias paradojas en esta reacción negativa. La primera podría ser definida así: el “manual de instrucciones” del cine de los Straub es menos anterior que interior a la propia película: se halla en la literalidad misma de sus formas, no en un secreto maliciosamente oculto en el tejido del filme, ni en las mentes de sus creadores, ni en una logia de iniciados. Sin duda el discurso marxista y post-colonial proferido largamente por Franco Fortini tenía resonancias mucho más poderosas hace treinta o cuarenta años, y desde luego solicita una educación política –no necesariamente un fervor político. Pero cabe insistir aquí en la obviedad de que ese discurso leído y mostrado como escritura está ahí mismo, puesto a expensas del entendimiento. Ahora bien, si la “dificultad” se halla en comprender por qué (ya no para qué) una película registra la lectura de un texto, se puede ofrecer como primera respuesta –sólo primera, mas nunca suficiente-: por qué no. Ambas preguntas, en principio hostiles la una a la otra, se dirigen no obstante hacia un mismo punto: qué principios, qué supuestos del cine “ofende” este proceder. Las resistencias más evidentes y frontales al filme, sin embargo, surgen precisamente como rechazo del espectador a hacerse preguntas sobre la forma."
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